Carta para quienes no encuentran su vocación

Para vos…

Qué es la vocación sino la más íntima y exquisita esencia de tu alma. Algo tan preciado como desconocido y oculto para la propia visión interna. A nuestra vocación sólo accedemos después de un gran encuentro con nosotros mismos, después de haber mantenido un diálogo con nuestra profundidad y haber salido ilesos de las propias dudas y cuestionamientos. No es fácil aproximarse a éstos terrenos inhóspitos y casi infranqueables que muchas veces subyugan nuestra inteligencia y sobrepasan nuestra capacidad de discernimiento y de orientación. En ésta área tan privativa de nuestra consciencia sólo nos adentramos habiendo sido francos y directos con nuestras emociones más ambivalentes y habiendo desenmascarado nuestras creencias más asertivas sobre lo bueno o lo malo que se aloja dentro de las estructuras predeterminadas que se lograron asentar y afianzar en nuestros pensamientos más férreos y tenaces que venimos sosteniendo desde nuestra formación.

La vocación es una bóveda sellada con estimaciones, planteos, especulaciones, desmotivaciones, y sustitutos de la razón que no provienen de nuestro fuero interno, sino que se sustentan y perfeccionan desde los aprendizajes y sujeciones parciales de conocimiento que internalizamos y proyectamos como motivaciones propias que no condicen en lo absoluto con nuestra propia realidad interior.

Debemos escindirnos de lo absoluto y diametral y bucear en las profundidades de nuestra consciencia para marcar un coto a nuestra propia esperanza. No debe existir una búsqueda que tenga como meta el recorrido exacto hacia nuestros deberes y obligaciones. Nuestro faro no debe representar esa última luz que ciegue nuestra oposición a la realidad en la que vivimos. Nada debe ser resuelto desde ese tránsito equivocado. La razón debe dejarse de lado pues sólo conduce al deber ser y a la implementación de formas predeterminadas de opciones posibles que presenta la sociedad en la que vivimos y que no es más que una réplica exacta de millones de formas análogas que conducen hacia los mismos caminos.

Nosotros debemos encontrar nuestro propósito último y único, el cual se encuentra latente en un fervoroso deseo de realización exterior. Ese anhelo que no se deja ver a simple vista se guarda perfecto dentro de nuestro fuero interno. Allí yace dormido aún, esperando despertar para ser transformado, traducido y convertido en la obra, en la acción, o en la palabra más especial que pronunciemos, realicemos u obremos en su honor.

Nuestra presencia en este proceso es fundamental, o sea que nuestra esencia debe tomar el mando hacia el cauce de realización. Nada más eficaz que quebrar la lógica de lo justo o injusto, nada mejor que no ejercitar un juicio de valoración hacia esta labor. Nuestra carrera hacia el verdadero conocimiento de lo que deseamos realizar no implica una ventajosa cercanía de ruptura hacia nuestros sentimientos o motivaciones personales sino que acompañada de ellas toman la fuerza necesaria para que el deseo que subyace encuentre el ímpetu y el aliento justo para exteriorizarse.

Debes confiar en tu búsqueda porque de ese punto partes sabiendo que tarde o temprano lo inevitable sucederá. No puedes frenar un encuentro cuando se está trabajando en obtener un resultado, y esa será la fuente de la que surja la absoluta verdad. Tu eres ya tu propósito y vocación, eres la herramienta de realización más perfecta para llevar adelante tus sueños. Lo trascendental son las opciones a rescatar para formalizar tu entrega. Esas probabilidades encuentran su ritmo natural en lo que mejor haces cuando defines una acción. Tus habilidades, tus potencialidades, tus dones, son regalos que no puedes ocultar, más muchas veces son los otros quienes lo notan con mayor claridad. Escucha a estos testigos que te revelan tus capacidades más profundas. Cree en que tienes algo que dar que nadie haría mejor que tu, pues tu lo brindas con un sello personal, inigualable, intransferible, inimitable. Tú reflejas en tu vocación tu propia esencia manifestada. Todos fuimos destinados a realizarnos y en esa entrega damos lo que somos. El hecho de concretar nuestra vocación es la acción menos egoísta que existe, ya que aunque pudiéramos guardarnos para sí algo de lo que somos no lo lograríamos porque la exteriorización se materializa como un río desbordado que debe fluir precipitado por la propia corriente del impulso de nuestra alma que clama por liberarse y arrastra tras de sí toda la dicha de su encause  y concreción.

Tu vocación es la herencia que recibes desde tu propia alma, que valuada en vida decide dejar de ser para proyectarse en tu mejor legado. Tu mismo te darás repartido en acciones y todas ellas en su conjunto serás tú mismo conformado en cada realización. No temas, no dudes, no vaciles, que no hay nada de malo en dar lo mejor de sí, pues tu felicidad será plena en gratificación, ya que no existe valor más grande, ni coraje más temerario que el de quien se atreve a desafiar al mundo para convertirse en su propia obra maestra proyectada desde su vocación.

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